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Sold Out
about
Mateo Robles nació y creció en un pueblucho de Catalunya, en un momento indeterminado de la decada de 1840. Era un hombre sencillo, algo supersticioso, con poca cultura y menores medios económicos. Un hombre que solo tenia sus manos, su resistencia y su fuerza para salir adelante. Contaba en la taberna, a quien le quería escuchar, que a su pueblo habían llegado noticias de que había estallado una revolución en el 54. Se decía que la violencia de los de abajo había sido inusitada. Corría una especie de leyenda, quizás cierta en la que se narraba como el pueblo de Madrid había fusilado a Francisco García Chico, a la sazón jefe de policía, en la Plaza de la Cebada, otrora famosa por suceder allí las ejecuciones públicas. El pueblo enfurecido había asaltado casas de nobles y levantado barricadas. Personajes oscuros como el torero José Muñoz, ‘Pucheta’, que era una especie de cabecilla de barrio en Madrid, eran aclamados por el vulgo revuelto. Él fue quien ordenó buscar y capturar al policia, oculto. Gracias al soplo de una amante despechada se supo que se escondía en su casa, sita en la Plaza Montenses, en un abitáculo secretro tapado por un inmenso cuadro. El policia yacía enfermo en su lecho; pero aquello no fue óvice para no ejecutarlo. “Así era el odio” contaba Mateo. Pero él hablaba de oidas, rumores, ya que pasaba su pobre vida en su aldea. Poco sabia que aquella revolución cambiaría su vida y la de otros miserables como él, para siempre. Cambiaria la geografia humana de España. Contaba el desdichado de Mateo que uno de esos mandamases había firmado una cosa que se llamaba ‘desamortización’, que se decía que era bueno para la economia, para los pudientes. Mateo afirmaba que se desconfiase de ese axioma, que lo que era bueno para los dineros, no siempre lo era para las personas porque los dineros no comen, sinó que se acumulan en manos egoístas, que sólo buscan tener más a costa de los que casi nada o nada tienen. ¡Cuánta razón tenía el viejo! El caso es que Madoz, asi se llamaba el ilustre liberal, puso a la venta, entre otras cosas, las tierras comunales de los pueblos y aldeas, dejando sin medios de supervivéncia a muchos, lo que les obligo a marchar a las ciudades (a quienes pudieron) o a quedarse y competir con sus iguales por el jornal. Pero Mateo Robles, sin nada más que sus manos, su resistencia y su fuerza, se vino aquí a Barcelona, a buscar trabajo. Vino en tiempos duros... Lo eran para todos. A Barcelona llegaban noticias de que en Valencia los tejedores de la seda de Velluters se habían rebelado en enero del 56, sufriendo una dura represión. Al año siguiente, también allí, otra revuelta. Las cosas no eran fáciles en ninguna parte. Por suerte Mateo pudo disfrutar de ciertas distracciones como los conciertos y bailes que organizaba Anselmo Clavé, donde hizo muchas amistades. Mucha gente comprometida con las necesidades de los obreros y ciertos cambios políticos, que con cautela, se asociaban. No olvidemos que hacía poco más de diez años que Espartero había bombardeado a una Barcelona en rebelión, en 1842 cuando se escucharon gritos y vivas a la República en medio de las explosiones. El pago asfixiante de los impuestos encendió a aquellos primeros obreros y hubo que someterlos. Y al año siguiente, otra vez hubo que bombardear, esta vez con mayor crudeza. Aquí se recuerda aquel levantamiento del 43 como la Jamancia. El caso es que todo esto hizo que, pese a una inicial permisividad, se persiguiense finalmente a las asociaciones de los obreros. Desde entonces, sus asociaciones pasaron a ser clandestinas. Toda reclamación era tratada como una especie de sedición. ¡Sólo se pedía un poco de dignidad y mejoras y a palos los trataban! Ley de vida, porque hoy también pasa. Pero pese a las prohibiciones, siempre constantes bajo el reinado de Isabel II, aun existían asociaciones de socorro mutuo. Hoy se habla de sindicatos. A gente como Mateo les costó la salud, la libertad y la vida defender lo que consideraban justo. Ahí lo tienes hoy, viejo y deshecho en la taberna, hablando a quien quiera escuchar. Algo inexplicable me dice que lo que este hombre viejo aprendió de su vida, es la misma lección que hoy los jovenes consideramos imperativo.
lyrics
Contaba un viejo que en su aldea – había tierras del común
que un hombre rico compró – allá por los tiempos del liberal
Madoz – y que si la miseria ya era grande – desde entonces
fue atroz
El viejo marchó a Barcelona – engrasar sus manos
y a olvidar la vida de campo
Nuevos patrones – un mismo esclavo
Nuevos patrones – un mismo esclavo
pero no estaba solo – no
había socorro – colaboración – no estaba solo
Había socorro
Los corrían a palos – por cada demanda digna
Torturas y muertos – tan alucinante como cierto
España es un cementerio – España es un cementerio
España es
Esta es la gente que vivió el siglo
la gente pobre olvidada – los primeros en levantar
las barricadas – los primeros en levantarse
Los primeros en levantarse
Los primeros en levantarse
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