¿SABES LO QUE PASÓ EN OCTUBRE DE 1869 EN VALÈNCIA?

Ven aquí Albert, sientate y escucha lo que tengo que decirte – le dijo el abuelo a su nieto, al que nunca llamaba así. El niño, respetuoso y atento, se sentó cruzado sus piernas y descansando su barbilla en la palma de sus manos. Adoraba escuchar a aquel venerable anciano, tan lleno de historias, que había vivido un pasado siempre interesante y no siempre feliz. – Esto que voy a contarte no creo que te lo cuenten en la escuela. ¡Ya lo creo que no! Me sucedió a mi, yo lo viví, así que puedo asegurarte que es cierto. – El interés del niño era total. – Yo era un joven inquieto, lleno de ilusión y vida cuando llegó la buena noticia de la caida y exilio de la reina, la ninfómana Isabel II, la madre del de ahora, - corria el año 1923 cuando Albert, de 9 años de edad, escuchó esta historia, cuando hacía poco que se había implantado la Dictadura. – Por increible que parezca, los militares y los políticos, con Prim a la cabeza, se pusieron de acuerdo y aunque las esperanzas del pueblo estaban puestas en la República, se aprobó una constitución monárquica. Al final se le dio la corona a un italiano, Amadeo se llamaba, aunque para reirnos nosotros le llamábamos Macarrón Primero. – Al escuchar este jocoso nombre, ambos se rieron. – Pero no hacia gracia, no. Has de saber que como hoy, Valencia era republicana... No todos, claro, como hoy también pasa, pero... ¡aquello aquí no gustó nada! El caso es que no se podia aceptar otra corona. ¿Para eso la revolución? – Albert, sin dudar, gritó: ‘¡No!’. – Efectivamente. Por eso tanta gente, entre ellos mi hermano y mi padre se juntaron con El Enguerino y los suyos ya que eran muy amigos de Virgilio Cabalote. Se juntaron con los Voluntarios del Turia y alzados en armas, se rebelaron por la República. Yo también combatí en las barricadas levantadas. – La cara de asombro del niño se mezclaba con la veneración que sentia por aquel anciano. – Pero no Albert, no te emociones porque fue una masacre. Prim ordenó bombardear la ciudad, era octubre de 1869... Poco se habla, nada se recuerda este bombardeo. Murieron más de mil personas, algunos dicen que hasta 1.600, Albert. Piensa que por aquel entonces no había más de 100.000 almas en Valencia... El impacto fue brutal. – Albert no lo sabia entonces, pero siendo un anciano, cuando volvió a Valencia tras el largo exilio sufrido en 1939 y las mil y una vicisitudes vívidas, calculó que aquella represión de más de mil muertos, era como si en la Valencia moderna muriesen 8.000 personas durante una semana de manifestaciones. ¿Tolerable? Pero el niño Albert aun no era consciente y las cifras eran solo eso, cifras. – Mi padre y mi hermano murieron, – continuó narrando el viejo, – muchos vecinos, muchos amigos de Velluters cayeron víctimas de las granadas Krupp, que estallaban al tocar el suelo. Eficaces y mortales. ¿Sabes quién dirigió el bombardeo ordenado por Prim? – Albert negó agitando la cabeza, espectante. – Pues fue Rafael Primo de Rivera, el tio del dictador de ahora. Vaya família, ¿eh? Que ascó de país, Albert, qué asco. – El niño, pensativo, asintió lentamente moviendo su cabeza. – Por lo visto Prim le pidió cleméncia, pero nada, este era un asesino y despreciaba al pueblo y más si se rebelaba. Los militares españoles se han especializado en matar a su propia gente, ojo con ellos Albert, ojo. No esperes nada bueno. – El niño, cuando ya tenía 22 años, se acordaria de estas palabras el 18 de Julio de 1936, cuando otro familiar de los Rivera además, había montado un partido fascista y otros militares se alzaron contra su propio pueblo, para matarlo. – Y claro Albert, imaginate el destrozo en la ciudad... ¡Bellezas moras y góticas al garete! Pero lo peor fue la derrota. Los muertos y la derrota. Asi pasaron casi 4 años hasta que de nuevo la ciudad se alzó, esta vez habiéndose proclamado el Cantón de Valencia. Cosa interesante eso del cantonalismo, algun día hablaremos de ello y de la hazañas y curiosidades que ocurrieron en Cartagena, pero ahora hablemos de nuestra querida y tan poco respetada ciudad, Albert. Volvieron las bombas y los destrozos; ¡la calle Quart, totalmente destrozada! Por suerte o por desgracia, mucha gente había huido de la ciudad, marchando a los campos y dejándola casi vacía y por eso no murió tanta gente, però también por eso, la victoria para los militares fue más fàcil. Esta vez fue Martinez Campos el responsable. ¿Le recuerdas, verdad? – Albert asintió porque recordaba que aquel fue el que, mediante un pronunciamiento en Sagunto, permitó la vuelta del Borbón y puso fin a la aventura democrática en España. – En fin Albert, que no está de más recordar ciertas cosas que han pasado y por qué sucedieron, porque los hay que son responsables de la muerte de los demás y aun así son venerados. Algunos tienen sus estatuas o sus nombres en calles y avenidas; otros, con suerte, una bonita lápida. – Por supuesto, una vez más su abuelo estaba en lo cierto. Recordaba esas palabras el ya viejo Albert en los años 90 mientras recorria la ruidosa avenida Peris i Valero, republicano y presidente de la Junta revolucionaria en 1868 y un traidor a su ciudad y su gente un año después, siendo el gobernador civil ya que se puso de parte del gobierno represor y no de su pueblo. Sin embargo, ahora gozaba del reconocimiento que no tuvo en los últimos años de su vida, tras la traición. Ahora tiene su avenida y con ella su recuerdo. ¿Y qué ha pasado con los muertos? ¿Quién cantaba por aquellos muertos de Valencia que en octubre hicieron bombardear?