Miro a mi alrededor y observo la magnificència del poder burgués a la vez que los socialistas posibilistas comienzan a ser aceptados en el Estado. ¿Es que no hay condiciones objetivas para una Revolución Social? Tal vez haya que crearlas, entonces. Lo cierto es que la represión nos esquilma. Nos empuja a la clandestinidad. La Internacional está dividida. Nosotros los anarquistas, también. Los hay que opinan que hay que educar y divulgar La Idea, crear adeptos y ser perseverantes en la lucha, incluso la sindical, hasta que la realidad y la ineluctibilidad de la historia provoque el revolucionario desenlace. Otros, los más centrados en la acción y la propaganda activa, piensan que esas condiciones objetivas que logran la movilización de las masas, pueden provocarse mediante acciones de violencia revolucionaria contra el enemigo burgués, hoy en la cúspide de su poder y ajeno a la miseria de los obreros y sus necesidades. Acciones directas contra reyes y su brazo castrense y contra los que desde el privilegio, imponen su religiosidad y su moral corrupta. Contra la Tríada Nefasta: estado, capital y religión. Ultimamente leo muchos periódicos y debato con compañeros sobre lo que allí se expresa. Algunos periódicos vienen de fuera y gracias a ellos accedemos a interesantes artículos de grandes pensadores, como Kropotkin. Yo respeto a ese hombre. Pude leer una vez una frase suya que creo cierta; decía algo así como que “un edificio basado en siglos de historia no se destruye con unos kilos de explosivos”. Es cierto, el poder del burgués es antiguo y fuerte y para derrumbarlo, con una acción no es suficiente. ¡Se necesitan muchas! Por algun lugar hay que comenzar. Algunos de mis compañeros y yo mismo estamos más que dispuestos a entregar nuestro cuerpo, nuestras vidas, por el triunfo del gran ideal. No vamos a ofrecer sin más nuestro cuello al carnicero burgués, que nos quiere sumisos, miserables, débiles, esclavos. Paralelamente, ahora sabemos que la policía se está organizando cada vez mejor, los Estados pactan entre sí para perseguir internacionalmente a quienes suponen una amenaza: nosotros. Intentan asi convencer a los obreros de que no somos más que criminales desalmados. En Italia hay un loco iluminado llamado Lombroso que se ha dedicado a catalogar a los delincuentes según sus rasgos físicos; está clasificando a las personas según su apariencia, su fisionomía, su cuerpo, sin que importe nada más. ¿A dónde se puede llegar con algo así? De momento, a archivar para perseguir mejor a los llamados criminales, ¡o al cualquiera! Però quizás estas idees desemboquen en algo más terrible, ya que en el rostro solo se econden las facciones y en elles, la dureza o trivialidad de la vida, no sus capacidades o su humanidad. La conclusión de esta ciencia es que los anarquistas somos los peores porque somos la auténtica y más grave amenaza ya que ofrecemos un mundo verdaderamente libre. Lo que yo digo es que si nos tienen miedo, ¡que tiemblen! El precio será el más alto, sabemos que la policia nos torturará como bien ha hecho Narciso Portas Ascanio, el Nuevo Torquemada en Monjuïc. Esa execrable metodologia inquisitorial le valió una medalla, pero puede que le cueste la vida. Tengo un conocido llamado Ramón Sempau que se la tiene jurada. Como todos. La sensibilidad ante la salvaje represión nos incita a una mayor implicación. Parece que este dialogo de muerte no tiene fin y yo me pregunto a qué puede conduir que los Estados no cejen en su obsesión por armarse, por conquistar, por dominar. Nos quieren en silencio, quietos, yertos, ¡y a trabajar! O bien muertos si protestamos o luchamos. Pues se van a enterar, ya lo verás.